18 de febrero de 2007

La muerte

La muerte, eterna acompañante, amiga incondicional. Me ha acompañado desde el nacimiento, decidió, que no podía jugar a la vez con mi hermano y conmigo, no le dio oportunidad y le dijo adiós.

Sin saberlo me arrebato muchas oportunidades, juegos y sonrisas, que jamás compartí, avanzamos juntas, invisible a mis ojos, se cansó, a mis cinco años llamó a mi abuela, en ese entonces no era más que saber que no volvería a verla. Ignore a la muerte por mucho tiempo a mis quince me dio una bofetada quitándome a mi tío, causándome –hasta hoy- el dolor más grande, entendí entonces que era la muerte.

Ahora, visita a mis amigos y familiares para enseñarles-lo que yo ya aprendí- me avisa en sueños de sus visitas, aún me da miedo, no por mí sino el sufrimiento que ellos tendrán y no entenderán, mientras ella avanza entre ellos.

La muerte –para el cadáver- es cerrar los ojos sabiendo que no volverás a abrirlos, es la alegría de calmar el dolor, dolor que había atormentado su cuerpo débil y cansado, hasta hacerlos gritar su nombre –ella disfruta escucharlos, llamarla- tal vez el sufrimiento cuando se van dejando corazones solos y pensar que estos no podrán seguir.

La muerte –para los vivos- es saber que encerraron en una caja el cuerpo que ocupo un corazón que amaron, el miedo a pensarlos solos ahí abajo, metros debajo de nuestros pies. Saber que muy probablemente no escucharan sus voz nunca más, que no tendrán su abrazo de apoyo, que no sentirán la caricia de sus manos, que no olerán su aroma, sentir que les han robado parte de su alma, reclamar, cuestionar; ¿porqué? ¿porqué a mí? ¿porqué él o ella?, sentirse castigados, tal vez y solo tal vez, los vivos –los que nos quedamos- tendremos la peor parte –por egoístas- ese es nuestro castigo por pensar sólo en nuestro dolor y no en el que ellos –los muertos- dejaron de sufrir, además de cargar con la culpa; el tiempo que no estuvimos, las palabras que no escuchamos peor aún las que no dijimos, las cosas que no hicimos por algo, que en su momento nos pareció más importante.

La muerte no es mala, es una niña que cumple con su trabajo, a ella sólo le entregan la lista, te llama, no decide, sólo te toca. La muerte es natural hay que aprender a vivir con ella, entenderla y agradecer lo que nos da, sino muriéramos, viviríamos sin valorar la vida, pensando que tenemos la eternidad para decir te quiero, la muerte esta aquí para demostrarnos que no, no tenemos toda la vida, debemos decirlos cada día para no arrepentirnos frente un ataúd.

Además la muerte nos ofrece una aventura, nadie sabe lo que hay después, si es que hay algo, al cerrar los ojos nos espera una sorpresa, tal vez buena o mala, pero una incertidumbre, y ahí, no tendremos la oportunidad de modificar el destino, mientras que en vida, nosotros podemos hacerla un paraíso o un infierno.

He aprendido eso, por eso estoy decidida a vivir mi vida al lado de la muerte para no olvidar que puede ser el último día, tal vez una noche cierre los ojos para no abrirlos más o tal vez ellos –los que amo- no despierten más, por eso antes de cada noche debo decir te quiero o demostrarlo, por si mañana no despiertan, no tener la culpa. Ahora, camino cada día con la muerte como compañera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alberto:

Y no me canso dedecirtelo (ni me cansaré): que bonito escribes. Me gustó mucho, me recordó a papá.
Gracias por sentir y expresar por mí. Por que eso es lo quees un escritor o poeta, siente y expresa lo que los demás sentimos sin expresar.
Y eso es lo que eres Rubí.
Nos vemos
Después te paso lo de Desarrollo, pero ve masa clase, jajaja.

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